Víctor Suárez Maldonado


mencionado por:

Manuel Barrios
Santiago Márquez


menciona a:

Saul Ibargoyen
Jorge Medina Vidal


bio/biblio:

Hijo de padres Mapuches, Víctor Suárez Maldonado nació en Treinta y Tres en 1924. Al terminar el liceo militar estudió magisterio en el instituto normal y profesorado de biología en el instituto de profesores Artigas. Desde joven escribió poesía. Durante período 1958 -1963 envió sus poemas al semanario Marcha, pero no obtuvo respuesta. Más tarde, en 1973 realizó una lectura en el Ciclo de Arte por la Patria de la JUP (Juventud Uruguaya de Pie). A causa de esta lectura fue destituido de su cargo (oficial mayor en la cocina de Cuartel Lorenzo Latorre) y considerado oficialmente indeseable. Al ver truncada su carrera militar, incursiono en el Yoga y el Za-Zen. En 1979 conoce al poeta peruano Enrique Verastegui y pronostica que su hija será antropóloga y que éste terminará su vida pobre y loco. A causa de este encuentro decide dedicarse enteramente al estudio de la física cuántica y a la religión mormona. Trabaja como capataz de obra y construye iglesias logrando emigrar a Estados Unidos en una misión de predicación en barrios pobres de Utah. Dos años después publica su primer libro de poesía Ven Retroactiva (Ed de autor Utah, 1981), a este siguieron 3.000 abdominales runáticas (Ed. de autor, Rivera 1983), Tanque de oxígeno (Pan: Chaco, Argentina, 1983), y Activación- Alarma (Cantacalca, Lima: 1986), obra que reescribe y compila sus libros de poesía anteriores. Sus novelas: El arte y la venia, y Corazón Tractor (duelo nacional) y Sal Tupamaro continúan aún inéditas. Actualmente vive en UTA y trabaja.


poemas:

de Ven Retroactiva (Ed de autor Montevideo, 1979)


VÍSTETE Y MUERE

Ahora que los cerebros se hicieron cornebif puedo apreciar el amanzanarse
de la jornada poca monta puresito de uñas agachándose igual lo sabes tu.

Mi tío durmió con los toros y tuvo hijos que dormían hechos puré.
Yo pelé esos hijos. Supe educarlos según la seriedad de mis chalinas.

Mis hombros son cuatro estaciones de aviones arrumacos de cuyo slogan
caen lágrimas bienintencionadas al ritmo de los tambores de oro.

Necesitaría dos fusiles, tres caravinas, ocho lobas rubias dispuestas a detonar por mí.
Antes, cuando tenías mis marionetas, me divertía amistosamente.

Les quitaba la ñata y los deditos. Abría sus pantalones para lamer el plástico.
Gorritas de paisanos ejército de gauchos ninjas privado de manos y ojos tupamaros.


TU NO TIENES OJOS

I

Tu no tienes ojos, respira bien.
Mis armas son tu inconfundible voluntad de oxímoron.

Viejo como mi estirpe, brillante como una noche donde,
fagocito el gesto de tu para-saludo y tu moral antibrhama.

Larva muda del deseo, la dicha palabra reina Natalia- Natalia,
te desdicho paseando el ojo por la calle desolada.

Solicitando cartones con fotos dentro,
fechas y prontuarios.
Mientras te inconfundes en mi calendario de compañeros gordos.


II

Ahora no estamos aquí, tampoco allá.
Ni siquiera en Marte porque somos
criminales de la tierra noche.

Resguardamos esta fiebre que hace llorar
sobre la historia que se perdió en la extranjeridad de la vida.

Hasta la perfección acompaña a la ficción.
Al tiempo que Ares toca su tambor.

Dejaría el parto y el arranque niño.
Seminarios de mazmorras.
Sales de incontinencia para la fabricación feriados venideros.


III

Y la solemnidad mi portarretrato adjunto
cuando cumplo el trotecito de la mañana,
bajo la pederastia
ciudadana.

Mejor suerte corrieron los césares,
que vendían ayer épico a sus anchas.

Más bien yo, emperador doméstico,
cuerpo al servicio del halcón furioso.

¡Comprensor de los gentiles no dudo!
Sustancia en el humor de los humildes
Ronin Zar y Culot

A Caesar planté mis palabras
Como banderas
En la versión del vulgo: civilae,
voto imputable en la bruma nave
sin jamás el Dormir.

Aunque la nube de cuchillos me destiña


IV

Conocía las verdades rectas que hacen paro de mano con su nariz caída. También los tumbos del talón en el piso, reanimando el polvo que teme en las baldosas. Mi niño duerme. Alas de canto y cal esperan desvestirlo.

Las runas de mi jardín, las runas. Mi cielo herido por la serpiente de la Palabra Antigua. Era la mano de Caesar la que reflejaba el sol, ordenaba el almuerzo, el yacer y las tareas.

Fui perdiendo mis hojas. Como un parque temblaron las manos. Las estacas de la cruz nombraron mi nombre. Y otro cielo calló sobre Indria.

Los gestos del corazón secreto son Job,
abandonado a mis heridas tumbo las columnas
non plus ultra, non devachi mero.

La verga no cumple palabra
el grito de la noche es solo uno.
El retrato de un niño al cual gustan sus abusos.

1 comentario:

Manuel Barrios dijo...

shenioooooooooooooooooooooooooooooooooooooo